Giedrè Ausra

Giedrè brotó de la tierra en una mañana fría de invierno. El bosque donde nació se ve cubierto de blanco la mayor parte del año y es por eso que anhelaba la llegada del Sol. Dentro de su comunidad, fue adoptado por un par de ents viejos que lo acogieron a su lado y le sirvieron de guía. Ambos hicieron que le llamara “abuelos” y le criaron como su familia, a expensas de las severas reglas que el grupo tenía. Como ent, su tarea era proteger aquel recinto y sus habitantes naturales de cualquier amenaza, siendo principalmente los humanos mismos. Ellos eran malos y no sabían más que destruir todo lo que encontraba y, sin embargo, uno de sus cuidadores tenía una idea distinta a lo que el grupo dictaba y con la que él creció.

Huyendo una noche, mientras nadie se daba cuenta, Giedrè huyó de su tierra natal junto a sus abuelos en un bote navegado por ellos. Siendo tan pequeño, la ilusión de llevarlo a otro entorno donde pudiera crecer libremente y conocer y aprender acerca de la bondad de aquellos seres vivos, les condujo hasta Gran Bretaña. Los tres desembarcaron en una de las playas de aquel país y, a partir de ahí, vivieron por su cuenta con lo que esa nueva tierra les quiso dar.

Sus abuelos le enseñaron a adoptar forma humana y a ser gentil con las personas que podían. De vez en cuando, el pequeño ent recordaba las palabras del viejo sabio que guiaba a su grupo: la única razón por la cual habitaban en el mundo era para protegerse de los humanos y, una noche, en vueltos en llamas, sus abuelos fueron quemados vivos por aquellos horribles seres. Giedrè no podía entender lo que había ocurrido pero, después de ese día, fue acogido en una Iglesia cercana y, con ello, su adoctrinamiento comenzó.

El hombre que le había acogido sabía de su verdadera naturaleza y no hubo día donde la culpa no le acompañara. Si tan sólo no hubieran salido de su bosque, si no hubieran buscado algo mejor, si nunca hubiera nacido como un monstruo, quizás, tal vez, sus abuelos estarían aún con él.

Los años pasaron y aquel terrible sentimiento le cercenó. En un pobre intento por protegerse, Giedrè creció reproduciendo las normas y prejuicios que el monasterio le inculcó. A su cargo, se convirtió en el encargado de los huérfanos y de él dependía su estadía y su salvación. Sabía bien que, de no seguir las reglas impuestas, podría ocurrir otra desgracia, pese a ser consciente del crudo futuro que les esperaba afuera. Prostitución, esclavismo, una muerte rápida. No podía pensar en dar aún más problemas a ellos, a sí mismo, a las personas a su alrededor. No deseaba convertir su desdicha en una realidad pese a que ya la estuviera sufriendo en vida.


Difícilmente, Giedrè pudo relacionarse con la gente a su alrededor debido a su fuerte mirada y falta de seguridad. Además de ser apartado a causa del sacerdote a cargo, aquel miedo hizo que la gente decidiera alejarse de su lado y con ello, varias oportunidades de poder encontrar apoyo en alguien más.

En ocasiones, a veces recuerda lo que sus abuelos le inculcaron y lo mucho que disfrutó estando a su lado pero ahora está decidido a tener una vida con mejor fortuna que ellos y que sus antepasados, los protagonistas de los viejos relatos que aquel grupo de ents ancianos alguna vez le compartió.

Al igual que el bosque donde nación, Giedrè se moldeó con un carácter bastante duro y seco, con poco tacto. No duda en levantarles la mano a los niños que cuida con tal de hacerlos entrar en cintura.

Dentro de él, su corazón aún vibra por la oportunidad de convivir en armonía con los seres y su entorno y, si hubiese personas que le demostraran paciencia, tal vez, sólo quizás, no dudaría en hacer lo mismo por ellas.



> La primavera es su estación favorita y odia el invierno ya que le recuerda a su fría tierra natal.
> Odia hablar con las flores pero siempre termina escuchándolas.
> Cocinar se le da bastante mal aunque sabe cómo preparar el té y una que otra bebida. Sabe cazar y curtir pieles.
> Odia ir al bosque porque le hace sentir demasiada libertad que no cree merecer.
> Es una persona que sabe escuchar. Puede retener cuanta información le sea encomendada y, a menos que esté nervioso, no podrá decirla.


> Es bastante apático con el dolor ajeno pero esta apatía le hace sentir culpa y, con tal de evitarla, termina ayudando muy a regañadientes.
> Sólo puede ingerir líquidos ya que es incapaz de comer otras cosas más. Ha practicado bastante en fingir comer pero termina devolviendo los alimentos. Sólo necesita de agua y sol para poder sobrevivir.
> Sabe leer y escribir gracias al sacerdote que dirigió la salvación de su familia. Sabe de varios temas, como la cartografía y un poco de medicina.
> Es el encargado de mantener limpio el monasterio. De vez en cuando recibe órdenes especiales por parte de aquel sacerdote.
> No le gustan los venados. Mirarles tan frágiles, siendo una presa más, le recuerdan a él.


Comunicación con la naturaleza: Habilidad para comunicarse con las plantas.
Defensa aumentada: Endurecimiento de piel o escamas que permiten que la defensa del usuario aumente al encontrarse en un entorno favorable.
Florakinesis: Capacidad para controlar las plantas, flores y árboles en el entorno.